domingo, 31 de agosto de 2008

Dos en uno

Su mera presencia le resultaba simplemente aterradora. Sabía que se había colado en su dormitorio.

Ella estaba durmiendo cuando se despertó al notar algo inquietante.

Enseguida supo que no estaba sola.

Cada vez que lo notaba cerca sentía un escalofrío por toda la espalda. Tenía miedo. No le conocía de nada. ¡Quien sabe lo que le podría hacer!

Es cierto, no era la primera vez que lo veía o que estaba cerca de él.

Aún sin saber porqué, ese chico le seguía a donde quiera que ella fuera. Pero nunca le hacia daño, ni la amenazaba. Simplemente, la observaba.

Si, le tenía miedo, pero también sentía cierta curiosidad, y…Oh no le gustaba decir aquello, pero, no podía negar que también estaba ahí. ¿Atracción?

Todavía estaba echada en la cama sumida en sus pensamientos cuando un movimiento entre las sombras la sobresaltó.

Lo tenía tan cerca de ella…demasiado cerca como para que pudiera estar tranquila o sentirse cómoda. Aun así, no supo reaccionar.

“¿Qué es lo que quieres?”

Le habría encantado formular la pregunta que tanto ansiaba hacerle desde hacia tiempo, pero no conseguía reunir el valor necesario como para que de sus labios naciera siquiera un triste susurro.

Él seguía allí parado arrodillado ante su cama muy, muy cerca de su cuerpo, de su rostro, mirándola intensamente, con un brillo de fascinación en sus ojos.

Ella no estaba preparada para lo que ocurrió esa noche. Pero en ese momento, no le importo. Ni siquiera se paró a considerarlo.

Sintió los dedos de el recorriéndole la mejilla, rodeando suavemente su cuello, acariciándole los hombros, sus brazos, su cintura…agachándose poco a poco asta quedar tendido a su lado en la cama.

Entendió que él ya había dado el primer paso, le había indicado qué era lo que tanto ansiaba de ella, y por un momento sintió alivio, pero repentinamente volvió el miedo.

Él esperaba su respuesta paciente.

Le miró a los ojos.

Gran error.
Ya no pudo desprenderse de esa mirada tan feroz y tan intensa que le quemaba por dentro. Sentía que se derretía entre sus brazos.

No lo soportó más.

Se abalanzó sobre el asta quedar completamente encima. Todavía cautiva por su ardiente mirada, le besó.

Le beso suave pero apasionadamente.

Sus cuerpos se acomodaron.

Respiraban entrecortadamente.

Las caricias de él recorrían todo su cuerpo, gestos suaves y calculados que hacían que se estremeciera de arriba abajo.

Entonces, se dejó llevar. Dejó que él tomara las riendas, dejó que el calor de sus manos traspasaran todas las barreras de su piel.

* * *

Un alo de tristeza cruzó su rostro cuando todo terminó.

Estaban los dos juntos, allí, tumbados en la cama, abrazándose con fuerza, a pesar de tener un calor sofocante. Ambos sabían que jamás habría una segunda vez.

Ella sabía que por la mañana no lo encontraría a su lado. Antes de caer presa del sueño recorrió con las yemas de sus dedos una vez más, los contornos de su cuerpo.

* * *

Y así fue.

Al despertar, se halló sola, pero con una huella en su interior.

Si, allí estaba. Una marca. Una marca tan profunda, que le acompañaría toda la eternidad.