jueves, 2 de julio de 2009

Tormenta eterna


La noche aullaba de júbilo ante la caída del sol, el viento le pidió permiso para acompañarle y la noche le aceptó encantada.

Las ramas deshojadas de los arboles empezaron a chirriar contra mi ventana, de modo que me sobresalté. Tanteé el suelo con la punta de mis dedos, palpé la pared en busca del perchero y al percibir una suave tela cogí mi camisón, me vestí y me dirigí a la terraza.

Al salir y pisar la fría baldosa pude percibir el poderío que flotaba en el aire de la noche; el viento se alzaba grandioso y espectacular cambiando todo de sitio, y la luna estaba simplemente espléndida. Y yo...yo sentía que volaba junto al viento, me sentía tan bella como la mismísima luna y tan fuerte y grandiosa como la noche. Pero entonces...todo cambió, y se creó un silencio sepulcral.
Las hojas se posaron en el suelo ya que el viento dejó de soplar, decidió abandonar a la noche en medio del festival.
La luna, furiosa abandono también y se refugió en las nubes, dándole la espalda a todo.
La noche, dolida, entregó sus cielos a un color desvivido y turbio.
Y yo...yo sentía como caía desde el cielo gris, sentía mi piel descomponerse ante las grietas causadas por la fría temperatura y como mi ánimo se desmoronaba, asta caer a las duras baldosas otra vez.

El silencio pavoroso fue interrumpido por los lamentos de mi alma.
La niebla aumentaba, tragándose todo a su paso, cegando asta la llama mas potente, sin dejar ver, ahogando mi vista.
Un relámpago enfurecido cruzó el manto neblinoso rugiendo en el cielo y comenzó a tronar. El estruendo era mayor que el que le antecedía. Y empezó a llover.
Al igual que la noche, las lagrimas que rozaban mi rostro, siguieron su curso hacia el mas allá, inundando todo cuanto tenían delante, sin importarles si quiera la catástrofe que causaban a su paso.
El viento enfurecido volvió, cortando mis labios, arrasando mis manos y mi cuerpo.
Ya no tenía fuerzas para levantar, tampoco las busqué ni las quise. Ese fue mi error, no luchar, no seguir hacia delante, y por eso, todo se tiñó de negro y se convirtió en oscuridad.

Únicamente apreciaba la tormenta, la que había estado esperando con impaciente amargura, como un pobre perro espera su abandono al conocer su ruin familia o un niño espera a que su desgraciado padre le apalee hasta hartarse. Aunque esa noche y como todas, me dejé llevar una vez mas por la llama de la esperanza y al final, para nada.

Todo se acabó apagando.

viernes, 12 de junio de 2009

Ultima Exhalación


Nunca más pudo volver a verle sonreir.

Es imposible que olvide ese día, que borre de mi cabeza esa imagen, y el sentimiento de desesperación acompañado de un grito atronador cuando ella se perdió para siempre entre sus brazos.

Era 27 de Marzo de 1987 cuando ocurrió.

Glen le había dicho a Leyre que se alejara de él y de ese condenado pueblo hasta que todo pasara. Si en verdad era un vampiro el asesino al que debíamos detener, uno de los Legendarios, teníamos un serio problema; nadie que se enfrentase a él podría seguir con vida, lo cual no significa que no se pudiese salir victorioso, pero no con vida.
El único que podía intentar algo era Glen, ya que era como él. Bueno, no era uno de los Legendarios, pero de la misma especie al fin y al cabo. El asesino lo sabía, y le estaba esperando. Por eso Glen insistía tanto en alejar a Leyre, para que él no la matase. Pero no había manera.

Leyre era una de esas personas testarudas y valerosas que estaban dispuestas a enfrentarse hasta a la propia muerte por los suyos. Y ella estaba locamente enamorada de Glen. Nosotras, por supuesto, apoyamos a Leyre, no íbamos a dejar a Glen solo.

Pero él tenía razón, teníamos que haberle hecho caso.

Le hicimos creer que nos quedaríamos en casa mientras él iba en busca del asesino para pararle los pies.

Estábamos detrás de unos arbustos mirando y esperando por si él necesitaba ayuda. Llevábamos lanzas hechas con madera de fresno, con eso no conseguiríamos matarlo, pero si hacerle daño y dejarlo indefenso para que Glen le rematara. Desgraciadamente fuimos demasiado ilusas creyendo que podríamos hacer algo contra semejante ser.

Ambos estaban en el claro, pero había una gran distancia entre ellos.
Teníamos un pro y un contra; había una manera de acabar con el vampiro, pero no sabíamos cual era.

El cielo estaba encapotado y tenía un color morado-grisáceo, dispuesto a ofrecer un ambiente aun más terrorífico a la escena.
Nos dimos cuenta de que la tormenta se formaba encima de él, el viento... era como si surgiera de él mismo.

Todo fue muy rápido.

Antes de que me diera cuenta, Leyre corría en dirección al claro. Solo pude ver como el vampiro cogía un rayo con su propia mano y lo lanzaba en dirección a Glen cuando algo se interpuso entre su cuerpo y el rayo, el cual rebotó y salió disparado hacia su creador convirtiéndolo en cenizas.

Leyre...

Ahora ya sabíamos cómo se podía acabar con un vampiro Legendario.

Es imposible que olvide ese día, que borre de mi cabeza esa imagen, y el sentimiento de desesperación acompañado de un grito atronador cuando ella se perdió para siempre entre sus brazos.

Nunca más pudo volver a verle sonreir.

jueves, 4 de junio de 2009

Un adiós...


Estoy sola, sola con mis pensamientos, camino sin vacilar.
Paseo mis destrozados pies descalzos por la vegetación que un día murió a causa de los potentes rayos del sol.

Me detengo y pienso, solo un resultado : un suspiro.

Reitero, doy media vuelta.

Mis amigos huyen, mi familia se va. Todos se marchan en busca de un buen lugar. Yo no, yo me quedo una vez más.
Allí están, subiendo a una pobre embarcación, arriesgando todo cuanto tienen...

¿Y por qué?

Por una sonrisa, por un buen empleo, por una vida decente, por la felicidad que nunca tuvieron, por la supervivencia, por un mundo mejor en el que vivir.

Les dedico la mejor sonrisa que puede disimular todo el acongojo que llevo dentro y levanto mi mano de despedida deseando buena suerte a unas caras que no volveré a ver más.

No lo puedo evitar...

Las lágrimas comienzan a brotar; caen desde mis ojos y resbalan por mi rostro hundido, aunque no logran terminar su recorrido ya que el viento las secó en el intento.

Levanté mi cabeza y oteé el horizonte con la mirada perdida en el infinito. Abrí la boca para permitir que unas delicadas pero intensas palabras nacieran de mis secos labios jurando:

YO TAMBIÉN SERÉ ALGUIEN, LA SIGUIENTE SERÉ YO.

viernes, 22 de mayo de 2009

Cartas desde mi celda


Luz.

Un techo gris con una bombilla como lámpara. A mi derecha una pared semejante al techo, pero sin bombilla. A mi izquierda, un urinario pegado a la pared acompañado de un lavabo haciendo esquina, algo más alejados de la litera en la que me encuentro. Frente a mi, rejas. Unas rejas negras separándome de un pasillo interminable con unos cuantos guardias custodiándolo.

Oscuridad.

Tú me fallaste, supongo que yo también te fallé a ti. Y mi pregunta es; ¿Tú también estás en una celda? Si es asi... oh amor mio cuanto desearía que fuese esta.

Valla, noto como mi rostro se humedece... qué será esta sensación de angustia y acongojo, porqué está lloviendo en mis ojos...

Un ratón me visita a diario para sonsacarme algo de pan, ya ves, sigo teniendo amistades. También está ese alegre pajarillo que me despierta por las mañanas desde la ventana que antes no mencioné.

No se si me quedaré mucho o poco, estas cosas son difíciles de conocer, como bien tu me solías decir; "El verdadero significado de las cosas, no es siempre el que se describe o se ve".






Inspirado en Gustavo Adolfo Béquer (cartas desde mi celda)

miércoles, 13 de mayo de 2009

El final de los cuentos de hadas


Un jilguero silbando posado en una rama, dando la bienvenida a la primavera;

una bella dama dormida en lo alto de una torre custodiada por un feróz dragón esperando el beso de el ansiado principe que le despertará.

Una tierna pareja admirando un hermoso crepúsculo a las orillas del mar.

Y caperucita recorriendo el bosque, ya fuera de sus dominios acercándose con una cesta a donde aguarda la cruel bruja en su casita de chocolate y dulces.

Tantas historias y relatos, tantos sueños y anhelos rotos en trocitos de algodón y guardados en un tarro para no perderlos jamás...

Tantas lágrimas, siempre lágrimas cayendo sin cesar por desolados páramos hasta los eternos lagos de cristal.

Las buenas doncellas felices con sus amados príncipes y las malvadas brujas escondidas en un horno despiadado a fuego vivo...

Si.

Los finales de los cuentos se antojan preciosos, estupendos, maravillosos...

Pero la última vez que ví a los siete enanitos se despedían con amargos llantos de su querida Blancanieves.

La historia del columpio


¿Por qué se cayó la niña del columio?

"Hola, me llamo Samara y tengo 7 años. La historia que os voy a contar tuvo lugar hace ya unos meses; espero que os sirva en alguno de los aspectos de vuestras vidas.

Era un día cualquiera y el tiempo no era especialmente bueno, el sol se escondía avergonzado entre las nubes que amenazaban al mundo con su amarga lluvia.

Yo estaba como todos los días, en mi columpio, balanceándome una y otra vez, como siempre. Entonces fue cuando me caí.

Siempre estoy sola, apenas como, cuando duermo, paso frío y casi siempre estoy enferma; mi vida siempre ha sido ruin y apestosa, es lo que me ha tocado vivir.
Y poco a poco, eso me hace flaquear. Cada día me cuesta más abrir los ojos y cerrarlos al anochecer. Ya no me quedan fuerzas para balancearme como si nada, por eso no pude volver a subir. Pero con el paso del tiempo comprendí que no me podía quedar entre las mustias hojas esperando una ayuda o una muestra de caridad, porque hoy en día no es que abunde mucho ese tipo de cosas.

De modo que me levante, y me encaré con mi tristeza, me despedí de mis lágrimas y les ordené que no volvieran jamás. Y así volví a sentir como el dulce viento rozaba mi rostro y surcando mis pulmones, llenandomelos de esperanza."

sábado, 11 de abril de 2009

La niña del columpio


Un parque gigantesco, cubierto de todo tipo de árboles. El parque más importante de la ciudad, pues en su interior albergaba todo tipo de posibilidades; tanto para los amantes del deporte, como para esas personas que adoran salir a pasear y disfrutar del viento de la suave caricia del dulce sol. Pero sobre todo, era un sitio mágico para los niños.
A diario los niños iban a pasar las tardes al parque; pero no a cualquier lugar de él.

Al fondo, en lo más recóndito, se encontraba un columpio algo más antiguo que el resto. Y este columpio, tenía su propia historia. Una historia, que solo los niños conocían.

Allí, en el parque, vivía una niña huérfana; siempre jugaba en el columpio. Pero un día, esa niña se cayó de él. Y ya no se atrevía a volverse a subir.

¿Por qué se cayó la niña del columpio?

Hay muchas teorías circulando sobre como sucedió;

1.- Era una niña, a esa edad tienen muchos accidentes.
2.- Se confió demasiado y al no sujetarse bien, resbaló
3.- Se emocionó tanto al ver una piruleta, que se encontró de cara con el suelo.

Pero lo cierto es, que dichas teorías son demasiado evidentes, o por decirlo de otro modo, muy comunes entre los niños. Demasiado normales. Por esa razón ninguna es cierta.

Y es que la verdadera historia es algo más oscura y complicada que una simple piruleta…

Acerquémonos con el resto de los niños para descubrir la auténtica historia de la niña del columpio.

lunes, 30 de marzo de 2009

La historia de la luna


La luna, uno de los astros más hermosos y envidiados, estaba, como de costumbre, otra noche más, observando a todas esas personas que le miraban anonadadas y disfrutando de la admiración de dichas miradas.

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Marie paseaba por las calles de París como solía hacer todas las noches; despejaba la mente, se olvidaba del estrés de la vida y del duro trabajo del día a día. Solía dirigirse a los más grandes jardines, cruzando el barrio de Montmartre, donde ella vivía.
Sin despertar a sus padres, cogió sus vaqueros, su blusa blanca, se puso los zapatos y se arregló la boina; como siempre. Ah! Y llevaba una mochila con su preciado telescopio, un tupper con algo para picar y un termo con té caliente.

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La luna estaba grandiosa dejando ver su mayor luminosidad cuando algo entre la multitud, o lo que quedaba de ella, le llamó la atención. Había una muchacha de tez clara, pelo castaño claro y de rizos perfectos. Era la única que no se había parado a mirarle ni siquiera un momento, de modo que decidió vigilarle para saber porque su belleza no era la suficiente para captar la atención de aquella niña.

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Marie porfin llegó al parque. Lo atravesó hasta llegar al lago, que ocupaba una parte importante del terreno. Se arrodilló, abrió la mochila y lo preparó todo para poder, como hacía noche tras noche, observar el inmenso cielo y ser testigo de la magnificencia del espacio. Pero ante todo y sobre todo, para admirar una vez más a su preciada llama, esa que vivía en el espacio y que latía en su corazón con todas sus fuerzas.

Saturno.

Ahí estaba, hermoso y grande, rodeado por sus anillos espectaculares, vestido con tonos anaranjados y con ligeros toques morados. Bellísimo sin duda.

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¡¿Cómo podía ser aquello cierto?! Nunca se había sentido rechazada por nada ni nadie, y esa chica… ella se atrevía a adorar más a un simple plantea, que no le aportaba nada; ni un aura luminosa, ni una belleza tan grande que pudiese eclipsar a la más bella criatura de la tierra. Y ni siquiera se dejaba ver desde cerca, no, no permitía ese lujo, en cambio ella si.
Para hacer notar el agravio que esa muchacha le había causado, la luna, avergonzada, furiosa y cohibida decidió presentarse en todo su esplendor únicamente una vez cada 28 días y así captar todas y cada una de las miradas maravilladas del mundo, incluida la de Marie.

miércoles, 11 de marzo de 2009

La emperatriz de los fríos (the first witch III)


En el lugar más insólito de la faz de la tierra se hallan los reinos helados, donde habitan los fríos; antaño seres humanos, que aprendieron a vivir en los confines del mundo en unas condiciones extremas. Solo se alimentan de pescado y sopa, y apenas les queda sentido del tacto, su piel está siempre tan fría que hace mucho que dejaron de sentir el roce de las cosas.

Más allá de los valles neblinosos, de los lagos helados y de los campos nevados, en lo más alto y entre montañas se encuentra el castillo de hielo, donde habitaba Ziassia, la emperatriz de los fríos. Tan adorada como temida por los mismos, pues a la vez de hermosa y poderosa tenía siempre la misma expresión agonizante y apesadumbrada.

Ziassia era una chica joven y alta, su pelo rubio decolorado hacía que su translúcida tez se hiciese más pálida aún, y sus fríos ojos azules-grisáceos parecían clavarte mil puñales. Solía salir a pasear por los prados nevados envuelta en sus pieles de lobo, los fríos afirman que su preciada emperatriz lamentaba algo perdido o que perdería y por eso estaba siempre vagando sin rumbo.
Otros simplemente dicen que se encontraba desolada por no tener a nadie a su lado. Dicen también que tenía poderes, no tan grandiosos como los de los magos, pero tenerlos, los tenía.

Los fríos desconocían cual era el nombre de su señora, de modo que le llamaban Ziassia, la emperatriz de los fríos. Pero no por cualquier cosa, sino porque cuenta la leyenda que, antiguamente, reinaba en aquellos parajes una extraña mujer tan fría y blanca como la nieve y el hielo y ese era su nombre. De modo que le llamaron del mismo modo que su antigua emperatriz.

Una mañana, los fríos avistaron algo que no veían desde hacía años o incluso siglos; el sol había salido y sus rayos iluminaban la bella manta nevada.

Ziassia se asomó a su ventana y al ver lo que ocurría, se puso su vestido azul, se cepilló el pálido pelo y se envolvió en sus pieles lista para salir a la entrada del castillo.

En el horizonte, bajo los rayos del sol, apareció montado a caballo, un joven fornido de cabellos rojizos y desbaratados que le caían por los hombros. Vestía unas finas ropas de seda roja y transparente que dejaban a la vista una buena parte de su cuerpo.
El joven atravesó los campos y cruzo las pobres aldeas hasta llegar a las puertas del castillo donde le aguardaba ella.
El misterioso caballero desmontó y sonrió a la dama;

-Buenos días mi señora. Mi nombre es Fulgon, hijo del sol, y príncipe de las tierras de azufre, caballero de la legión ardiente.

-No sé de las tierras que se alejan de los páramos helados. ¿Cuál es la razón de tu visita?

El joven sonrió.

-Bien, permítame.
Fulgon alzó su mano y la entrelazó en la de ella con una delicadeza infinita, como si fuera de cristal y pudiera hacerse añicos en cualquier momento. Le acercó hacia sí y le sujetó la barbilla de modo que sus ojos se encontraran.

-He venido a deciros, que os amo Lunnaen, hija de la luna.

Ella abrió los ojos asombrada, hacía siglos que no oía su nombre, y ya lo tenía casi olvidado. Pero no articuló palabra alguna.

-Llevamos siglos predestinados a estar juntos, pero nunca nos hemos visto, pues uno reina en la noche y otro en el día, pero esto no es algo nuevo para vos, oh mi dama de luz. Llevais tanto tiempo escondida aquí…no podeis salir porque no sois bien recibida. Su estado es lamentable y su alma agoniza, pero aun no puede comenzar la marcha, no usted sola, por eso estoy aquí.

Lunnaen sonrió agradeciendo sus palabras. Juntos descendieron al sótano del castillo, donde se encontraba preparada la cripta. Se tumbó en ella, su respiración se dificultaba cada vez más… Y en su último aliento, él la besó.

En el exterior, el mundo contemplaba anonadado mirando como en el cielo inmenso, la luna y el sol, se unían en uno solo para formar el más bello eclipse jamás visto, justo antes de que la luna perdiese su plateada y luminosa luz, reemplazándola por unos reflejos grisáceos que indicaban que esa noche, ella, su hija, su alma, había muerto.

martes, 10 de marzo de 2009

Hija de la luna (The first witch II)


Lunnaen tenía ya 19 años. Era una joven bellísima y de curvas perfectas; sus cabellos ondulados le tapaban una parte de sus pechos y caían por su espalda como una cascada. Solía vestir un vestido azul y se envolvía en una capa blanca con capucha, no le gustaba mostrarse en público, llamaba demasiado la atención y vete a saber cuales serían las consecuencias si los habitantes le viesen.

Asi que ese día tomó una decisión; cogió su bolsa de viaje, se despidió de su madre y empezó a caminar refugiándose en las disimuladas sombras del bosque, hacia ningún lugar como destino final.

Se detuvo en la orilla del río que atravesaba el bosque, pues hacía rato que escuchaba pasos a su espalda, pero en un principio no le dió importancia. A l girarse para ver qué le seguía, pudo ver maravillada un hermoso corcel blanco que le observaba.
Lunnaen sonrió y se acercó a él, lo acarició y se subió a su lomo.

- Haremos este viaje juntos, así no estaré tan sola.

Llevaban una semana caminando cuando se detuvieron a dormir y comer. Siempre recorrían los más oscuros senderos, ocultos del resto del mundo.

Un día, encontraron una cueva al pie de las montañas y Lunnaen decidió asentar allí su nuevo hogar, aunque fuera por un tiempo. Más tarde bajó al río junto con su corcel para asearse después de un largo viaje. Allí vió a un niño, pero estaba herido. Para sanar sus heridas decidió utilizar sus poderes ya que no había nadie por los alrededores. El niño se sobresaltó al ver lo que la extraña de blanco acababa de hacer y salió corriendo.

Al cabo de unas horas, Lunnaen regresó a su nuevo "hogar", pero intuyó peligro, de modo que en vez de ir por el sendero, ordenó a su caballo adentrarse e ir avanzando entre los espesos árboles y arbustos de modo que quedasen ocultos.

Cuando estuvieron cerca de la cueva vió con horror como había unos cien aldeanos con antorchas y hachas quemando y destrozando todo en busca de la extraña dama blanca para acabar con ella, pues no era muy buen presagio que anduviese por ahí una mujer con poderes ocultándose en el bosque.

Después de aquello Lunnaen decidió irse lo más lejos que uno puede imajinar, a un lugar inhabitado para no tener que ocultarse de nadie, y vivir en paz.

viernes, 6 de marzo de 2009

The first Witch


En el cielo inmenso, un día cualquiera, en un lugar sin un nombre específico, se avistó un destello verde que cruzó la bella oscuridad nocturna, anunciando así un nacimiento. Pero no un nacimiento cualquiera, sino un primer nacimiento.

Nos remontamos a tiempos antiguos, donde la magia fluía en el aire y las ninfas surcaban los embravecidos rios. Pues hoy en día las creencias de estas historias están generalmente muertas, aunque alla algunas que sigan latiendo en algunos corazones.

Nos encontramos en una especie de refugio en medio de un bosque, cuya vegetación es tan densa que el paso se dificulta terriblemente, y las espesas ramas de los árboles no permiten que la luna llena ilumine nada en absoluto con su luz divina.

El lugar donde ocurrió se asemeja a un establo; es suelo, cubierto por una paja mas bien roñosa y medio marron, las paredes, de roca pura y piedras mohosas a causa de la humedad hacían que el sitio fuese uno de los lugares mas incómodos y fríos en los que llevar a cabo un parto, y más aun un parto como ese.

Liann estaba agotada, llevaba un vestido ancho y blanco, ahora gris debido al ambiente en el que solía desenvolverse. Tenía el pelo revuelto, descuidado y enredado, había sido un parto dificil y había sentido un dolor inimaginable. Pero junto con su amado Erl(un mago de alto calibre, siempre bien vestido, con diferentes túnicas para cada día, ese día lucía una morada muerta realmente bonita, con su sombrero a juego terminado en punta y su barba recién arreglada) se había fijado en aquella mujer la vez que le vió en el mercado robando una calabaza para poder tener algo que llevarse a la boca. Juntos, consiguieron sacar adelante a su preciado bebé.

La piel de la criatura era suave como la mas fina seda, y lucía un color blanco pálido con cierto roce grisáceo, pero aun así, de increíble belleza. Una tez jamás vista, y comparable con los envidiados tonos de la mismísima luna.
Por eso le llamaron: Lunnaen, hija de la luna.

No había otra como ella en ningun lugar, no se podía esperar una maga de alto rango teniendo una madre que no tenía donde caerse muerta, pero tampoco un humano cualquiera teniendo uno de los mejores magos de la comarca como padre.

Así pues, nació la primera bruja en el mundo.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Hum!!


Son las 19:15 de la tarde más o menos..............

......Tengo.......hambre.........si! Tengo hambre.

Pero no es ese tipo de hambre en el que, como dice mucha gente, me comería un elefante.

No........... No es ese tipo de hambre.

Es ese hambre que se despierta entre horas cuando estás solo/a en casa y tienes el antojo de llevarte algo al estómago, pero no sabes si coger unas patatas fritas (esa bolsa de 1€ que todos tenemos en casa para acompañar la carne a la hora de comer), o chocolate; bueno, también son válidas las galletas si queréis, o galletas de chocolate. Aunque si tenéis alguna otra sugerencia podéis decírmelo ;)

Bien.

Es ese tipo de hambre que se hace llamar (como bien dice un anuncio algo reciente de la tele) el gusanillo de la tripa o bien como describe mucha gente, picar entre horas. Cosa que dicen no ser recomendada ya que provoca un cambio de horarios dentro de nuestra habitual alimentación....... Y Bla Bla Bla.......

Esos se piensan que yo estoy ahora pendiente de los cambios que habrá en mi alimentación a causa de comerme una deliciosa galletita??!!

Hombre por favor!!

En fin, no se vosotros, pero yo, por lo menos hoy, me decanto por las patatas.

Tan ricas y crujientes.....*_____*

jueves, 19 de febrero de 2009

Carta sin receptor


Tan lejos como nunca.

Una parte de mi se marchó con tigo.


Te espero aquí perdida en tu recuerdo, echando de menos tus caricias, recordando como me envolvías entre tus brazos y como tu cálido aliento recorría mi cuerpo desnudo, como un jilguero roza la suave hierba al volar sobre ella.


Estas palabras, se deslizan desde mi boca hasta mi mano al tiempo que las lágrimas bañan mi rostro.

Es una temporada fría y oscura, llena de rencores, de burlas crueles; como la máscara de un payaso.


Y tú te has ido.

Te has ido lejos.


Es cierto que volverás. Es cierto que volveré a sentirte a mi lado, pero junto a ti, se fue mi mayor apoyo. Y ahora me desvanezco lentamente hasta caer.


Mientras, te dedico mis palabras, te dedico estas palabras.

Las que jamás serán leídas por ti.

Las que jamás serán leídas por nadie.

Las que guardare junto a mi esperando el día en que regreses, me abraces, me beses, y pueda volver a nacer.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Nuevo Anochecer

Abrí los ojos, y lo vi todo, pero de una manera diferente, nueva. Por una parte, se me antojó todo más bello, pero por otra...

Ya no sentía la brisa en mi rostro, no gozaba de los suaves colores que tiñen el mundo, no podía saborear nada, ni permitirme el lujo de disfrutar el aire fresco surcando mis pulmones. Pero podía percibirlo todo, de alguna manera, con unos nuevos sentidos, todo era mucho más nítido, aunque muerto. Muerto para mi, o muertos mis reflejos para lo que me rodeaba. No sé por qué, todo eso no me causaba dolor alguno. Lo que en un pasado me habría aplastado como a un mísero insecto, lo miraba ahora impasible.

Me encontraba entre las sombras de una ciudad enorme, observando y observando; atascos infinitos en las interminables carreteras, pitidos impacientes por la larga espera que muchos no se podían permitir. La gente avanzaba entre la muchedumbre a codazo limpio, con unas prisas propias del primer día de rebajas en los grandes y mas baratos mercados, peleándose por llegar cuanto antes a donde quiera que tuvieran que ir, sin importarles el acabar con diez moratones al anochecer.


Cerré los ojos, respiré, pensé. Pero nada de eso ocurrió. Porque no podía respirar, aunque por otro lado, tampoco lo necesitaba para existir. Tampoco podía pensar, puesto que me topaba con una barrera que limitaba mis recuerdos. Sin embargo, había algo que me llamaba muy fuerte, algo que hacía queme sintiese superior a los demás. Era como si les mirase desde la ventana del piso mas alto del mundo. Eran tan pequeños todos...


Aún no sabía lo que me sucedía, ¿Qué podía haber cambiado en mi de un día para otro?


Ahora lo sé. Pero dejare que cada uno goce de su inmensa imaginación ;)