viernes, 22 de mayo de 2009

Cartas desde mi celda


Luz.

Un techo gris con una bombilla como lámpara. A mi derecha una pared semejante al techo, pero sin bombilla. A mi izquierda, un urinario pegado a la pared acompañado de un lavabo haciendo esquina, algo más alejados de la litera en la que me encuentro. Frente a mi, rejas. Unas rejas negras separándome de un pasillo interminable con unos cuantos guardias custodiándolo.

Oscuridad.

Tú me fallaste, supongo que yo también te fallé a ti. Y mi pregunta es; ¿Tú también estás en una celda? Si es asi... oh amor mio cuanto desearía que fuese esta.

Valla, noto como mi rostro se humedece... qué será esta sensación de angustia y acongojo, porqué está lloviendo en mis ojos...

Un ratón me visita a diario para sonsacarme algo de pan, ya ves, sigo teniendo amistades. También está ese alegre pajarillo que me despierta por las mañanas desde la ventana que antes no mencioné.

No se si me quedaré mucho o poco, estas cosas son difíciles de conocer, como bien tu me solías decir; "El verdadero significado de las cosas, no es siempre el que se describe o se ve".






Inspirado en Gustavo Adolfo Béquer (cartas desde mi celda)

miércoles, 13 de mayo de 2009

El final de los cuentos de hadas


Un jilguero silbando posado en una rama, dando la bienvenida a la primavera;

una bella dama dormida en lo alto de una torre custodiada por un feróz dragón esperando el beso de el ansiado principe que le despertará.

Una tierna pareja admirando un hermoso crepúsculo a las orillas del mar.

Y caperucita recorriendo el bosque, ya fuera de sus dominios acercándose con una cesta a donde aguarda la cruel bruja en su casita de chocolate y dulces.

Tantas historias y relatos, tantos sueños y anhelos rotos en trocitos de algodón y guardados en un tarro para no perderlos jamás...

Tantas lágrimas, siempre lágrimas cayendo sin cesar por desolados páramos hasta los eternos lagos de cristal.

Las buenas doncellas felices con sus amados príncipes y las malvadas brujas escondidas en un horno despiadado a fuego vivo...

Si.

Los finales de los cuentos se antojan preciosos, estupendos, maravillosos...

Pero la última vez que ví a los siete enanitos se despedían con amargos llantos de su querida Blancanieves.

La historia del columpio


¿Por qué se cayó la niña del columio?

"Hola, me llamo Samara y tengo 7 años. La historia que os voy a contar tuvo lugar hace ya unos meses; espero que os sirva en alguno de los aspectos de vuestras vidas.

Era un día cualquiera y el tiempo no era especialmente bueno, el sol se escondía avergonzado entre las nubes que amenazaban al mundo con su amarga lluvia.

Yo estaba como todos los días, en mi columpio, balanceándome una y otra vez, como siempre. Entonces fue cuando me caí.

Siempre estoy sola, apenas como, cuando duermo, paso frío y casi siempre estoy enferma; mi vida siempre ha sido ruin y apestosa, es lo que me ha tocado vivir.
Y poco a poco, eso me hace flaquear. Cada día me cuesta más abrir los ojos y cerrarlos al anochecer. Ya no me quedan fuerzas para balancearme como si nada, por eso no pude volver a subir. Pero con el paso del tiempo comprendí que no me podía quedar entre las mustias hojas esperando una ayuda o una muestra de caridad, porque hoy en día no es que abunde mucho ese tipo de cosas.

De modo que me levante, y me encaré con mi tristeza, me despedí de mis lágrimas y les ordené que no volvieran jamás. Y así volví a sentir como el dulce viento rozaba mi rostro y surcando mis pulmones, llenandomelos de esperanza."