lunes, 20 de junio de 2011

Allí, arriba.


Un pajarillo surca el cielo volando.
Vuela alto, alto y más alto.
Yo lo miro volar, sentada en el suelo pedragoso, sin más ambición que la de observar.

El tiempo pasa despacio. Las sombras se acentúan, y el sol amenaza con esconderse.

Una suave brisa trae un olor floral propio de la primavera.

La hierba, vuelve a nacer. Pero nosotros no. Nosotros seguimos igual que siempre, sin nada por lo que preocuparse, sin nada que hacer. No somos de este mundo, pero estamos en él.

¿Que por qué?

Nunca me lo he planteado, supongo que por cambiar, supongo que por ver un sitio diferente, por "romper" la rutina.
Es agradable que el viento acaricie mi piel y surque mi cuerpo, aunque este no se encuentre allí.

Es una lástima que no quede de este mundo nada más que el viento y el sol.
Todo está derruido, todo está muerto. Las ciudades no lucen más gamas que la del gris, están apagadas, y jamás se encenderán de nuevo. La batalla final fue demasiado dura, no la pudieron soportar.

Las olas ya no se mueven, ya no están. Exhalaron su último suspiro años atrás.

No se oye nada, nada se oye.

Reina el silencio, y lo hace con majestuosidad, sabiendo que nada ni nadie podrá arrebatarle su trono.

martes, 29 de marzo de 2011

El despertar de la tierra


En la inmensidad de la noche, el bosque dormía. La luz de la luna era fantasmagórica, y... el susurro del viento hacía parecer que los árboles se movían en la oscuridad.
En lo más hondo del bosque, donde nadie se adentraba jamás, la espesura de este era desmesurada. Apenas entraba claridad. Ni los rayos del sol más abrasador podían iluminarlo.
Ese día, la tierra nació. De nuevo.

Esa noche en el gran bosque, los elfos daban comienzo a la celebración anual del Alda Alcar (el árbol de la gloria). Su líder Galaderiel hizo comenzar el festejo nada más caer el sol.
La magia se desató por doquier, los elfos entonaban unos cánticos tan hermosos y fantasticos que con ellos podría hacer enloquecer a cualquier hombre. El bosque entero parecía vibrar de pura energía.

Lilian esquivó una rama con la que estuvo a punto de golpearse en la cabeza. Sus músculos se habían vuelto fuertes y ágiles. Sus delicados pies más fuertes. Y había aprendido a sentir y amar el bosque. A creer en todas y cada una de las leyendas que se contaban sobre ellos. Y por eso, como todos los elfos, ansiaba la llegada de la nueva era de la tierra.

En medio de la agitacion del bosque, el viento cesó de golpe. Las nubes grises escondieron la luna dando paso a una intensa penumbra. Y en el corazón del bosque, el árbol más sabio y antiguo de este, se estremeció. La tierra tembló bajo este y un suave temblor se extendio por todo el bosque. Los elfos se quedaron paralizados unos segundos, los cánticos cesaron de inmediato y todos miraron en una sola dirección.
Liliam se detuvo instantáneamente en su recorrido, y hecho una mirada hacia atrás, hacia el corazón del bosque. Y en ese momento supo sin lugar a dudas, que él, había abierto sus ojos de nuevo.