martes, 2 de septiembre de 2008

Luz

Por fin se decidió a cruzar.

Abrió la puerta y se adentró en la habitación; sin embargo, no encontró nada importante, ¿o tal vez si?

Una vieja sala, toda ella de madera, el suelo, las paredes…el paso del tiempo había dejado una clara huella en el interior.

Una larga escalera al fondo, iluminada con una única ventana por la que se colaba una luz más bien enfermiza.

Allí tenía la auténtica verdad. La encontró demasiado cruel como para poder asimilarla en el instante.

Tenía el cuerpo paralizado. Tuvo que apoyarse en la pared para no caer. Aquello no podía ser cierto.
Tenía la boca algo seca y la poca saliva que conservaba, le sabía amarga.

Por un instante pensó que no merecía la pena seguir hacia delante. Por una vez, acarició la tentadora opción de dejarse llevar por el peligroso silencio.

Inmerso en sus pensamientos, de pronto, sintió que algo tiraba de él. Abrió los ojos. Allí estaba. La sentía tan cerca que casi podía rozarla con los dedos.

No se puede decir que allí hubiese algo cuando no lo había, ni siquiera era algo material pero tampoco era un fantasma. Era simplemente una presencia. Era su presencia. Era por lo que tanto había sufrido y por lo que tanto había luchado. Solo por ella.

Ella. Tan cálida y hermosa…le fascinaba tanto…era lo único por lo que asta ahora había seguido adelante. Y por lo que todavía lucharía. Su pequeña dama de luz. No podía rendirse, aun no.

Fue entonces cuando con decisión, se levantó, y comenzó a subir uno a uno los escalones. Persiguiendo lo que más ansiaba en el mundo.La luz. Su luz. Su pequeña dama de luz.

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