domingo, 30 de septiembre de 2012

Extracto de los textos sagrados del culto del sol

Hubo un tiempo en el que el mundo se cubrió de oscuridad, y los demonios surgieron de las profundidades para bañarse en nuestra sangre. Utilizando una hechicería tan negra como sus cuerpos, Los que No Duermen robaron la Luna, y el Sol, llorando, abandonó el cielo en la búsqueda de su hermana, cubriendo la tierra de una noche eterna. Terribles fueron esos años, en los que la misma tierra gritaba, temblando, por la magia de los demonios. Las cosechas se marchitaban, los animales morían con las entrañas podridas en los bosques. Los ríos dejaron de fluir, el agua no calmaba la sed de los hombres cuando la bebían. El fuego no calentaba apenas en el frío de la noche eterna. El viento aullaba en los cielos, desgarrado. No había consuelo posible ni en el descanso, pues los demonios habían robado incluso los propios sueños. No había más que oscuridad, incluso tras cerrar los ojos. Y entre las sombras, Los que No Duermen campaban a sus anchas, devorando a los hombres, atacando las aldeas sin que nadie les hiciera frente, hordas de bestias sedientas de sangre, lideradas por demonios aún más oscuros a los que nunca antes se había visto.

Pero cuando finalmente la misma humanidad parecía al borde de la extinción, llegó la salvación. Apiadándose de nuestra desgracia, el Sol decidió regresar. Y no sólo brilló en el cielo de nuevo, sino que se alzó en la tierra, tomando la forma de un ángel de la luz. Y así, el Dios-Sol unió a los hombres bajo su bandera, rescató a su hermana la Luna y desterró a Los que No Duermen a las profundidades de la tierra, allí donde jamás se atreverían de nuevo a caminar bajo su luz. Y sólo entonces, el Dios-Sol aceptó ser nombrado el Emperador de los hombres, para que su linaje pudiera gobernar y protegernos a todos, desde ese momento y para siempre.


  Colaboración de Igor Ruiz de Gordejuela, un pequeño relato utilizado para una partida de rol en vivo que me fascinó.

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