domingo, 19 de octubre de 2008

Días de oscuridad -I-


Y vuelvo a estar aquí, inmersa en mi mundo oscuro y solitario.

Aunque a veces lo prefiero así.

Prefiero esto a que una y otra vez me persigan las mismas molestias y las mismas dudas.

Cuando me persiguen de tal modo hasta que me aprisionan en una esquina, vengo aquí.

Es tan placentero no tener que rendirle cuentas a nada ni a nadie, ni tener que dar explicación alguna…Aunque solo sea por unos míseros momentos, me gusta disfrutar de esa sensación.

Ya estoy harta de tener que soportar esa sombra (que estoy segura que todos conocéis) a mis espaldas, dictando normas sin parar.

Normas.

Normas.

Normas.

Parece que es lo único que conoce. Y ni siquiera se para a preguntarme:

“Oye pero, ¿tú qué es lo que piensas o quieres?”

No, ¿para qué? Eso le da exactamente igual. Por eso suelo visitar este lugar tan sombrío.

Aquí nunca para de nevar, y todo está medio abandonado, incluso podría denominarse que está en ruinas, porque ya apenas vienen otras almas como la mía.

Almas errantes en busca de unas posesiones ya perdidas.

Solo vengo yo y unos cuantos más, pero, aun así, no se cruza ya palabra alguna. Solo una triste laguna llena de incertidumbre en unos ojos abrasados por las lágrimas que en su día, decidieron pasear por los rostros de unos pobres vagabundos sin rumbo fijo. Incluyendo el mío.

Y por esa misma razón, hoy, vuelvo a estar aquí. En medio de mi naufrago personal, caminando y caminando sin parar, si volver mi mirada hacia atrás.

Porque eso es el pasado, porque ahora pertenezco al presente, me entregué a el en cuerpo y alma, como todos nosotros. Ya no hay vuelta atrás. Me ha envuelto, me ha engullido, y no hay forma de escapar, salvo venir aquí y buscar el poco consuelo que queda en los sentimientos abatidos de los demás.

No hay comentarios: