lunes, 30 de marzo de 2009

La historia de la luna


La luna, uno de los astros más hermosos y envidiados, estaba, como de costumbre, otra noche más, observando a todas esas personas que le miraban anonadadas y disfrutando de la admiración de dichas miradas.

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Marie paseaba por las calles de París como solía hacer todas las noches; despejaba la mente, se olvidaba del estrés de la vida y del duro trabajo del día a día. Solía dirigirse a los más grandes jardines, cruzando el barrio de Montmartre, donde ella vivía.
Sin despertar a sus padres, cogió sus vaqueros, su blusa blanca, se puso los zapatos y se arregló la boina; como siempre. Ah! Y llevaba una mochila con su preciado telescopio, un tupper con algo para picar y un termo con té caliente.

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La luna estaba grandiosa dejando ver su mayor luminosidad cuando algo entre la multitud, o lo que quedaba de ella, le llamó la atención. Había una muchacha de tez clara, pelo castaño claro y de rizos perfectos. Era la única que no se había parado a mirarle ni siquiera un momento, de modo que decidió vigilarle para saber porque su belleza no era la suficiente para captar la atención de aquella niña.

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Marie porfin llegó al parque. Lo atravesó hasta llegar al lago, que ocupaba una parte importante del terreno. Se arrodilló, abrió la mochila y lo preparó todo para poder, como hacía noche tras noche, observar el inmenso cielo y ser testigo de la magnificencia del espacio. Pero ante todo y sobre todo, para admirar una vez más a su preciada llama, esa que vivía en el espacio y que latía en su corazón con todas sus fuerzas.

Saturno.

Ahí estaba, hermoso y grande, rodeado por sus anillos espectaculares, vestido con tonos anaranjados y con ligeros toques morados. Bellísimo sin duda.

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¡¿Cómo podía ser aquello cierto?! Nunca se había sentido rechazada por nada ni nadie, y esa chica… ella se atrevía a adorar más a un simple plantea, que no le aportaba nada; ni un aura luminosa, ni una belleza tan grande que pudiese eclipsar a la más bella criatura de la tierra. Y ni siquiera se dejaba ver desde cerca, no, no permitía ese lujo, en cambio ella si.
Para hacer notar el agravio que esa muchacha le había causado, la luna, avergonzada, furiosa y cohibida decidió presentarse en todo su esplendor únicamente una vez cada 28 días y así captar todas y cada una de las miradas maravilladas del mundo, incluida la de Marie.

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